La historia moderna está plagada de gobiernos populistas. Gobiernos que son elegidos por el pueblo, y para servir al pueblo. Pero, en la práctica, consciente o inconscientemente, son fieles sirvientes del modelo socio-económico mal llamado “capitalismo”. Es el caso reciente de Evo Morales Ayma, en Bolivia, que se ha visto obligado a renunciar a la Presidencia de la República.
Sabemos bien que nuestros pueblos de América del Sur viven en un extremo desempleo, en su mayor parte encubierto por un masivo sub-empleo. Los salarios mínimos de los que trabajan son completamente irrisorios. Esto hace que la mayoría de la población viva en una extrema pobreza.
En cambio, un reducidísimo número de familias, nacionales y extranjeras, viven de la explotación de los recursos naturales y de los fondos del erario nacional. Son ellos, en una Democracia Representativa, quienes escogen y financian la elección del Presidente de la República, de los congresistas y “sugieren” la designación de los altos mandos de las fuerzas armadas.
Romper este círculo vicioso, lleno de corrupción en todos los niveles de la administración pública, es casi imposible. Sin embargo, de un tiempo a otro, el pueblo logra elegir a quien cree ser su verdadero representante. Este fue el caso de Evo Morales Ayma. Hijo del pueblo, trabajador cocalero, y con ideas de recuperar la identidad del pasado Tawantinsuyano.
Para ello, dota a su país, Bolivia, de una nueva Constitución que reconoce la pluralidad de naciones y de economías. Logra que las empresas multinacionales que explotan los recursos naturales contribuyan con un porcentaje nunca antes visto en América Latina. Con estos recursos financia las ayudas financieras a los ancianos, niños, jóvenes e inválidos. Incluso, más que dobla el salario mínimo de los trabajadores.
Pero, ¿esto es suficiente para que el pueblo boliviano salga de su extrema miseria, de su extremo desempleo, y de su dependencia total a las economías y sociedades externas?
El tiempo se encarga de atrapar a Evo Morales. El entusiasmo de una nueva Constitución, de la plurinacionalidad y de las ayudas financieras populistas no son suficientes para resolver los problemas de fondo de Bolivia. Evo Morales, consciente o inconscientemente, ha servido al modelo socio-económico ya existente, en donde quienes manejan el acto económico son los dueños de los grandes capitales, ya sean nacionales o extranjeros.
En suma, los bolivianos, como sociedad, no han logrado manejar su actividad económica y, por consiguiente, no son los dueños de su futuro. Su esperanza de ser una sociedad solidaria y en igualdad de oportunidades, ha sido defraudada una vez más.
En Bolivia, el Gran Cambio no ha llegado a las mayorías nacionales. Es hora de preguntarnos, entonces, ¿en qué consiste el Gran Cambio? ¿Qué es lo que se debe realizar para que las grandes mayorías nacionales sientan y gocen de una nueva sociedad y economía?
Pero en lugar de plantearse estas preguntas, que son esenciales para el futuro del pueblo, los grupos y partidos progresistas e izquierdistas se dedican a apoyar y consolidar en el poder a gobiernos mal llamados socialistas o tawantinsuyanos. Este grave error no solamente se ha producido en el apoyo incondicional a Evo. En la América Latina reciente ha sido el caso de Chávez, Correa y Lula. Y lo sigue siendo de Maduro y Moreno.
¿Cuándo abriremos nuestras mentes para comprender que el gran problema de nuestros tiempos, tanto en los países del Sur como del Norte, es el modelo socio-económico imperante, en donde prima la Repartición Individualista del resultado de la actividad económica? Un modelo que crea un grupo mínimo de multimillonarios, y una gran masa de desposeídos.
Un modelo que crea una sociedad individualista, egoísta, en donde el dinero es el objetivo principal en las vidas de las personas y de sus empresas. Un modelo que crea la corrupción permanente en el seno de la sociedad. Un modelo que se apoya en el crimen y el asesinato de personas que luchan por un futuro mejor.
Saint-Nazaire, 12 de noviembre del 2019